Continuación de: CUENTOS
La autora recomienda encarecidamente escuchar mientras la siguiente canción de Eluveitie, que motivó en parte esta historia y especialmente este fragmento: https://www.youtube.com/watch?v=n-hkjryDCmg
La autora recomienda encarecidamente escuchar mientras la siguiente canción de Eluveitie, que motivó en parte esta historia y especialmente este fragmento: https://www.youtube.com/watch?v=n-hkjryDCmg
Enia,
6 años atrás
Enia seguía a Otsemi
a través de un bosque cada vez más oscuro. La luz apenas alcanzaba a acariciar
las húmedas acículas, que tupían la tierra con su oloroso manto. La niña pronto
perdió el sentido de la orientación, y tuvo la certeza de estar traspasando un umbral
prohibido, dejando atrás el mundo que conocía.. Tan solo el traqueteo del
picapinos o el áspero alarido de un grajo perturbaban el silencio sepulcral.
Otsemi
se detuvo en medio del bosque y Enia, absorta, casi tropezó con ella.
Dispuestos en círculo a su alrededor se erguían, semiocultos entre los endrinos
y la hiedra, siete enormes losas de piedra.
La
mujer hurgó en su bolsa de piel de corzo y extrajo unos filamentos secos,
probablemente hongos, y se los tendió a Enia, indicándole con rostro adusto que
los ingiriese. La niña la obedeció sin más dilación.
Otsemi
empezó a canturrear, con la mirada perdida en el bosque. La luz fue decayendo a
marchas forzadas mientras la canción cobraba fuerza. Las copas de los pinos se
agitaron ante un viento inexistente, frotando las acículas con frenesí. Enia
sentía la boca seca y le sudaban las manos. Le pareció escuchar un murmullo,
que provenía de los monolitos. No, eran voces. Ahora las distinguía con claridad,
pero no alcanzaba a entender qué decían. Su origen eran los árboles, los
arbustos, el suelo.
De
pronto, el miedo la atenazó. Ya no veía a Otsemi, sólo las sombras de los pinos,
que crecían y danzaban, tratando de engullirla. Echó a correr en medio de aquel
caos, buscando la salida del bosque. La canción la perseguía, pero ya no era la
voz de Otsemi cantando en idioma Helvatien, sino su lengua materna.
“Bienvenida a este
valle”, repetían.
En su
carrera se cruzó con lo que creía que era un jabalí, que con su tosca voz se
unió al coro. Cientos, miles de almas congregadas en ese bosque, aparentemente
vacío, le hablaban al unísono.
Finalmente se vio libre de la presencia asfixiante de
los árboles y pudo respirar. Tuvo la certeza de haber alcanzado la pradera. Un
segundo antes de hundirse en la oscuridad, creyó distinguir unos ojos
ambarinos, observándola desde la montaña. Y entonces todo se volvió negro y
reinó el silencio.
Cuando
despertó, le desconcertó comprobar que el sol aún brillaba en el cielo. Sintió
la calidez del cuerpo de Otsemi, que la acunaba en su regazo mientras cantaba
una nana. Le hizo regresar a un tiempo que entonces le pareció muy, muy lejano,
cuando aún vivía con su familia. Casi podía oler el confortable aroma de su
madre y saborear la rancia carne de la oveja, cocinándose a fuego lento en el
hogar. La nana se detuvo y Enia volvió
en sí, como despertando de un largo sueño.
- ¿Por qué paras?
-preguntó la niña, anhelando volver a abandonarse al plácido sopor.
Foto y texto por Elisa R. Bañuelos
"Ba bixse uenerianum ad Ebriureco suaueloslan slanossi
Ietum sualido contilossi"
"Ba bixse uenerianum ad Ebriureco suaueloslan slanossi
Ietum sualido contilossi"
"We're on the cusp of the sanctum in the woods of Ebriurecon.
Welcome! May you experience recovery here!"
Welcome! May you experience recovery here!"
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