martes, 1 de diciembre de 2015

AÚN NO ES TARDE

Todo deja de importar cuando te dicen que no vas a volver a estar con una persona nunca más. No más charlas, no más abrazos, no más tiempo para juegos absurdos, ni más peleas por decidir quién tiene razón.


Atormentados por obstáculos quiméricos, olvidamos que la muerte puede cambiar nuestra vida en cualquier momento. No deberíamos temerla, supondría prodigar un provechoso tiempo sufriendo por el futuro, pero tampoco significa que debamos negar su existencia, error muy arraigado en nuestra sociedad, lo que provoca nuestro naufragio en una isla de dudas, de preguntas y de remordimiento. ¿Por qué él? ¿Por qué ahora? ¿Existe el karma, la justicia o el destino? ¿Por qué nunca le demostré cuan importante era para mi?

Después de asimilar que no hay nada que hacer, que la realidad escapa de nuestro control, sólo queda llorar hasta saber cómo sacar provecho a la resignación. Es la forma más correcta de intentar encauzar el dolor hacia un rincón donde pase desapercibido, apoyándonos en los buenos momentos que vivimos a su lado.

Es duro aprender a dejar de querer a esa persona para amar un recuerdo, aunque siempre será mejor alimentar esa ficción que olvidarle. Es un tema difícil de abordar, les echaremos de menos, pero no está de más recordar que no sirve de mucho expresar posteriormente lo que no les manifestamos a ellos cuando podían oírlo. 


Insisto en esta última idea, es mejor esforzarse en transmitir nuestro cariño o gratitud que arrepentirse.







No hay comentarios:

Publicar un comentario