miércoles, 27 de enero de 2016

DISECCIONANDO METRO 2033

Metro 2033 fue escrita por Dmitry Glukhovsky, y publicada en 2002 en su página web, siendo un éxito en Rusia, y conquistando el mercado de nuevo tres años después, al distribuirse por una editorial, pero ¿tan bueno es?.

La historia. 
Veinte años atrás, el mundo está inmerso en una guerra nuclear, haciéndose imposible la supervivencia a causa de la radiación, lo que empuja a la población de Moscú a refugiarse en el metro, entre ellos Artyom, joven sobre el que gira la historia.

Su estación, la VDNKh, lleva una temporada sufriendo los ataques de mutantes que provienen de la superficie, y estos carecen de recursos tanto armamentísticos como humanos para hacerles frente, de forma que un Stalker llega para intentar solucionar el problema. Se encuentra con nuestro protagonista y le da órdenes de ir hasta la Polis en busca de sus compañeros si este no regresa, empezando aquí su viaje, recorriendo el metro con el fin de salvar su estación, teniendo que enfrentar las leyendas que durante toda su infancia había escuchado, y problemas que no habría esperado por su errónea concepción de las vías y de la naturaleza humana.

La crítica.

He de confesar que no lo habría leído si hubiera sabido de antemano que existía un videojuego basado en el libro, pues tengo ciertos prejuicios que en parte fueron confirmados, aunque es innegable que me llevé una sorpresa en lo relativo a la trama.

Glukhovsky pretendía plasmar como es la sociedad rusa, no sólo por medio de los personajes, sino fundamentalmente a través de las estaciones, configurándose como si fueran micro ciudades bajo las órdenes de la Hansa, centro mercantil y por ende político  junto a la Polis, relegada a una posición menos trascendente, diferenciando así el verdadero poder ligado a la economía, de otro más filosófico en el que hallamos una élite intocable dedicada a cuidar de la biblioteca. 

Paralelamente, contemplamos otras formaciones equiparables a Estados, con distintas tendencias políticas que enriquecen y completan un pequeño mundo digno de halagar, entre los que destacan las distintas confederaciones, la línea comunista, o el IV Reich, pero a pesar del gran contexto que creó, el desarrollo del mismo no fue explotado correctamente, siendo la crítica social tratada con pinceladas sueltas y demasiado forzadas, de manera que hay una descompensación con el avance de la historia, provocando que en algunos puntos, y sumando diálogos prolongados en exceso, la lectura se haga tediosa. 

Por otro lado vemos que el elemento básico con el que juega el autor es el miedo ligado a la superstición, pudiendo inducir sin problema cierta inquietud gracias al diseño de sus personajes, pues son capaces de conectar con el lector, aunque de nuevo en esto tampoco es constante. La primera parte logra confundir la realidad con la ficción, haciendo del miedo irracional a las leyendas, un hecho de compleja explicación científica, a priori, pero es un factor positivo que por desgracia se pierde más adelante, pues de haber permanecido, no sólo habría hecho más uniforme la historia, sino que habría mantenido la atención del lector.

Sobre los personajes, cabe decir que Artyom consigue transmitir sus emociones y el cambio de las mismas, pero el resto rozan lo prescindible, a excepción del Cazador, los guevaristas o Kan, desapareciendo este último incomprensiblemente y dejando cabos sueltos que parecían tener intención de resolverse, aún no siendo así. No es que la intervención del resto no sea necesaria, sino que parece que el autor no empleó demasiado tiempo en su diseño, siendo grave teniendo en cuenta la influencia que ejercen sobre la trama, haciendo que ésta pierda de nuevo interés.

Es una pena que no tuviera mayor cuidado en la construcción más allá del escenario, pero hay que decir que el final, aún metiéndose con calzador, plasma una idea buena, que podría dar lugar a grandes historias, claro está que siempre que se cambie la mecánica.

Puede concluirse que es recomendable si se busca una historia entretenida y similar a la temática reproducida en los videojuegos de índole distópico, pues la atmósfera planteada es increíble, pero si se trata de ahondar en ella, es probable que provoque cierta insatisfacción, debido a las pequeñas lagunas que podemos observar, a escenas que sobran o incluso a la rapidez con la que intenta cerrar  las ideas que mejor funcionan.



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