viernes, 12 de febrero de 2016

DON EUFEMISMO

Es un arte, un don, un maestro. Llega a las conversaciones a las que es invocado, para maquillar el prosaísmo dominante, con el fin de evitar una guerra dialéctica continua, entre los parcos en palabras e ignorantes de la cordialidad.

Esquiva las miradas hostiles y reta a la inteligencia ajena, en un ejercicio de violencia retórica, siempre dosificada en la respuesta. Se hace complicado empatar en elegancia, pues si no se está atento, ni preparado para la réplica, puede arrojar al interlocutor, a los brazos de la impertinencia más embarazosa.

Incomprensiblemente, es ridiculizado por la coalición entre el insulto y el vulgarismo. Nuestro amigo trata de sobrevivir al proceso involutivo del lenguaje, sufriendo la acusación de la figura en boga, el disfemismo, que le califica, tras la cortina, de cobarde al esquivar las expresiones más bastas, originando paulatinamente, que sean conferidos nuevos significados a éstas.

Pero, ¿Quién le agradece que nos salve de situaciones comprometidas, o de nuestra poca afabilidad? Al fin y al cabo, sin él, interactuar con nuestro entorno podría calificarse como deporte de riesgo, quedando solo el silencio y la mentira como medio necesario para la convivencia.


Por ello, por el amor que le tengo al eufemismo, hoy le doy las gracias por hacerme menos incorrecta y un poco más agradable.




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