Han venido a derrotarme hordas de llanto,
agujas que trataban de colarse en mi pesar,
que pesaban como losas sobre el alma,
y empujaban al tormento a caminar.
Sin embargo, siempre hay una mano que me levanta,
un empujón de ánimo
que surge fortalecido de mis entrañas,
de lo más profundo del tártaro del corazón;
allí donde yace el fuego, el impulso, el optimismo,
las ganas de sonreír y de enterrar el desencanto
Raquel Alvarado
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