Le parecía llevar años andando, realmente no recuerda cuando
comenzó a caminar, ni los motivos por los que se marchó, el hecho es que estaba
andando en medio de ningún sitio, hacia ningún lugar.
Aquel día recuerda haber comenzado a caminar desde muy pronto,
todavía no era de día, una noche oscura sin luna le vio despertar, guardar la
manta en su mochila y desayunar una manzana del manzano que localizó antes de
dormir para tener algo que desayunar. Sentado encima de la mochila con las
rodillas arqueadas y con los brazos encima de estas masticaba lentamente la
fruta mientras miraba al vacío; recordaba perfectamente esta imagen pero, sin
embargo no recuerda ni lo que pensaba en esos primeros parpadeos de la mañana,
ni los días anteriores. Todo el día andando bajo este calor había ablandado su
mollera.
El Sol su única compañía durante sus caminatas empezaba a
atenuarse, poco a poco la luz disminuía y las sombras se hacían más alargadas.
El objetivo comenzaba a ser avanzar con un poco más de atención en busca de un
sitio resguardado para pasar la noche. Mientras tanto le seguían llegando
relámpagos en forma de recuerdos del día de hoy, se encontraba cansado de
andar; su cuerpo era recorrido por una extraña sensación, la sensación de
sentirse extraño.
Tras el saludable desayuno en la oscuridad había continuado
sentando a la espera de que esos primeros rayos del día comiencen a pintar el
cielo de azul. Mientras esto ocurría comenzó a quitarse las legañas, enjuagarse
la boca con un poco de agua... empezó a toser de manera fuerte, la flema subía
con cada tos hasta que hecho el primer gargajo de la mañana, desde que salió de
la ciudad no había fumado más que antes de dormir, ya que no sabía donde
estaría la próxima ciudad y lamentablemente nadie vende tabaco en medio del
monte; de pronto se dio cuenta que tampoco recordaba la última ciudad; todo era
muy raro, mientras seguía andando viendo como la luz se iba apagando y el no
encontraba un lugar donde dormir a gusto.
Comenzó a avanzar hacia un lugar donde había unas grandes rocas
al lado de unos árboles con la esperanza de encontrar allí su sitio. Tras el
lugar que había elegido para descansar el Sol comenzaba a caer, el cielo empezó
a teñirse de rojo, naranja, amarillo... era todo tan bonito, era el atardecer
perfecto parecía que en cuanto el Sol se ocultase no le volvería a ver,
posiblemente se marche a otro planeta ya que nunca más podría haber pintado un
día tan bonito como el de hoy; estaba siendo una jornada muy anormal a lo que a
él mismo se refería, su cabeza parecía no funcionar bien y tras tanto tiempo
andando era como si flotara, sus piernas no notaban el esfuerzo; pero de lo que
no había ninguna duda es que el cielo había estado más espectacular que nunca,
desde los primeras luces azules, moradas y violetas de la mañana, hasta estos
colores tan cálidos de la tarde.
Ya le quedaba poco para llegar al lugar de su descanso, el Sol
seguía cayendo y dentro de él crecía el miedo a no volver a ver el Sol, no volvería
a notar como los primeros rayos directos del Sol comenzaban a calentarle la
piel por la mañana cuando comenzó a andar, realmente no recuerda al Sol otro
día que no sea el día de hoy, ¿por qué será que este parece el único día que ha
vivido?. La mitad del Sol ya se oculta, el campo amarillento que recorre
comienza a lucir más oscuro, se quedó mirando hacia el camino recorrido y no
vio más que prado y laderas de hierba amarillenta, es como si nunca hubiera
salido de allí, no recordaba ni otro día, ni otros lugares, ni otro cielo;
sacudiendo la cabeza sigue paso tras paso con la seguridad de que dormir le
sentará bien.
El ocaso cada vez está más s cerca y cada vez estaba más seguro
que seria la ultima vez que vería el Sol, no asomaba ni un cuarto de la
superficie de este cuando por fin llegó a su destino.
-Si este es un buen lugar, las ramas de los árboles me cubrirán
del rocío y estas rocas tapan el viento del norte y el nordeste. Sacó la manta
y se sentó a comer algo de carne seca que guardaba en la mochila, empezó a
mirar lo que a su juicio era el último atardecer; la pradera se veía casi
marrón, en contraste del amarillo que relucía al mediodía; una nube que pasaba
por ahí se tiño de rosa al mezclarse su blanco con los últimos rayos de rojo
intenso. Odiaba este momento del día, estaba solo y pronto se haría de noche,
lo cual le hacía estar solo en la oscuridad, sin un hogar, ni nadie esperando
su llegada, con los últimos destellos miro el lugar que había elegido para
descansar; este no es mi sitio, quizás lo fuera el primer sitio del que marche,
aunque hoy no puedo recordar nada. El Sol se despedía de la Tierra en su último
día y él quedó solo en la oscuridad, encendió el cigarro que guardaba para
dormir y se le fumo buscando aún el sentido al día que ya terminaba. Le apago
contra la piedra y se tumbó a dormir.
Cuando comenzaba a quedarse dormido.... una sensación de vértigo
le despertó.
-Joder- gritó , giró la cabeza hacia los lados, estaba en casa,
en su casa.
Felix es un hombre que vive solo en su apartamento, marchó de
muy joven de su ciudad hacia una más grande con el fin de labrarse un futuro,
encontró un buen trabajo, el cual le consumía prácticamente todo el día, así
que el pobre Félix vio como pasaban los días sin tener tiempo de conocer a nadie
que le esperara en casa cuando el Sol se escondiera.
Se levantó de la cama, se dirigió al baño y se puso a mear.
Abrió el grifo de agua caliente con el fin de afeitarse. Mientras se echaba la
espuma la bombilla reflejaba en el espejo, Felix la miraba. Una pasada de la
cuchilla, otra... la bombilla seguía reflejando Felix la miro, le recordó al
Sol de su sueño, ese hermoso y solitario atardecer, ¿por qué él mismo creía que
era el último día que vería el Sol? escondiéndose de hombros siguió
afeitándose.
-Ni siquiera sueño con alguien que me acompañe al hacerse de
noche, no me queda mucho, estoy en el atardecer de mi vida y cuando este Sol se
ponga estoy seguro que no volverá a salir.
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