Puede que peque de atrevimiento
al tratar de hablar de muerte con mi edad.
Pero a quien le ofenda siento decirle
que a día de hoy la palabra tabú
ya no tiene que rendir cuentas a nadie.
Mi parca experiencia me dice,
que aquella que lleva su adjetivo por nombre
no viste negro, sino oscuridad;
olviden cualquier imagen tradicional.
Es capaz de tomar las formas más atrayentes
exhibiendo falsos vestidos color confianza,
o por el contrario ser tan escandalosa
como un desfile de la banda nacional
que anuncie réquiem.
No está exento de ella
ni rico ni pobre, ni niño ni adulto,
ni hombre, ni mujer.
Y aunque el humano en su orgullo
y supuesta grandeza,
crea que puede esquivarla;
a pesar de la tecnología,
la ciencia, el progreso,
la buena comida, el bienestar,
el escepticismo...
ella, sigue estando aquí.
Y al igual que la vida se proclamó
hace tiempo como injusta;
su alter ego lo es aún más.
Aparece aquí o allá,
con razón o sin razón.
Y a pesar de posar su marca en los abatidos,
son los que siguen respirando
quienes llevan la cicatriz en realidad.
Raquel Alvarado
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