El niño corre sin mirar al
suelo,
con la ingenuidad por
bandera
y ajeno al concepto del
miedo.
La anciana lo observa
y aun sueña con poder
hacerlo,
pero el bastón pesa sobre
los hombros,
la sonrisa amarga se
dibuja en el rostro
y la lágrima denota su
desaliento:
su mente vuela más de lo que nunca lo hará su cuerpo.
Raquel Alvarado
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