Cantan
los niños una cantinela, para alejar los malos espíritus del bosque. Versa la
letra que las hojas tienen oídos y, cuando el viento las agita, susurran su
historia al dios del monte.
Dicen
los valientes que han visitado la montaña que, a veces, camina a su lado,
etérea y leve, un hada: no hay que dejarse engañar, pues se trata de una
antigua diosa caída, enfurecida con los humanos.
Los
pastores narran encontronazos con una criatura diabólica, negra como noche sin
luna: mezcla de lobo, cuervo y hombre, que ataca a las ovejas y derrama su
sangre sobre la tierra. Porque el monstruo nació entre la sangre de su propia
estirpe, cuentan. La dulce hierba de la pradería está maldita, y los rebaños ya
no pueden pastar allí.
Pero
yo se la verdad. Es el último de una raza arcaica, una cultura perdida. Su
nombre es Dusios.
Por Elisa Rivero Bañuelos
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