-¡Fenrir!
Una vocecita
agitada resonó por el patio, seguida de apresuradas pisadas.
-¡Fenrir! ¡El
hombre viejo ha venido, corre!¡Ha llegado el cuenta cuentos!- anunció Eilen
asomando su enorme sonrisa por la puerta de la cuadra, antes de desaparecer de
nuevo camino de la plaza.
El joven se secó el sudor de la frente y cerró el cercado, no sin
antes hacer recuento de las cabras y acariciar el lomo de Ormus, el joven
carnero.
Al cruzar el patio le golpearon los últimos rayos anaranjados del sol,
que bañaban el pequeño valle.
Saludó a su abuela, que se hallaba tejiendo en una silla, seguramente
demasiado dura para su espalda dolorida. Se limpió el barro con un trapo
mojado, escondió un trozo de queso duro bajo su camisa y salió corriendo para
no perderse ni una sola palabra del cuenta cuentos.
- Dejadme que os cuente una historia nueva,
diferente. Una historia sobre la que quizás hayáis oído hablar, una historia
tan real como la vida misma -comenzó el hombre con tono misterioso. Todos los
ojos se clavaban expectantes sobre su arrugada tez, indudablemente más vieja
que el retorcido roble en el que se apoyaba.
>> Hace muchos, muchos años, allá por la época de los reyes
oscuros, la tierra estaba poblada por criaturas mágicas de todo aspecto, tamaño
y forma: desde minotauros y dragones hasta hermosos pegasos y hadas. Estos
animales vagaban por doquier librando una eterna lucha contra los humanos, que,
llevados por su insaciable sed de conquista y dominio, los masacraban para
apoderarse de sus bosques y montañas –la voz del viejo fluctuaba desde el
susurro hasta casi el grito mientras un corro de niños se acercaba más y más a
sus pies. – Y entre ellos, en constante cambio de bando, se encontraban
aquellos seres humanos que poseían el don de la magia, el poder de hacer
despertar la roca, de abrir los mares, de dar la vida y corromper la mente: las
brujas. Y es que este poder está solo reservado para la mujer, ya que el hombre
nunca fue capaz de exprimir la fuerza de su alma.
- Pero señor, ¿y
los brujos y los hechiceros? ¿Y los magos?- preguntó un pequeño niño que no
conseguía disimular su escepticismo.
- Ah, los brujos –suspiró el hombre, con cara
divertida.- Los brujos no son más que simples alquimistas que mediante pócimas
y trucos engañan a los menos espabilados, igual que la mayoría de las brujas de
las que os han hablado.
>>Los seres
de los que trata esta historia serían capaces de arrasar esta preciosa aldea
con un chasquido de dedos o de devolverla a su ser con un soplido –rugió
soplando con toda la escasa fuerza que le permitían los pulmones sobre la cara
del niño incrédulo, que se encogió asustado y quizás algo más convencido que
antes. –Como iba diciendo, las brujas se adaptaban a aquello que más les
favoreciera: se hacían pasar por mortales, engañaban a los hombres, se aliaban
y se traicionaban. Pero una vez existió una bruja que superaba en poder a todas
las demás; tanto, que muchas acabaron adorándola como si fuera un dios, y los
demás temiéndola como si fuera el mismísimo diablo.
Alguien aprovechó la pausa del narrador para echarle un leño al fuego
chisporroteante, que elevaba su humo en el cielo del anochecer, plagado de
titilantes estrellas.
- Pero aquella
bruja era diferente a las otras; no se guiaba por sus propios intereses, sino
que dejaba sus acciones a la elección del azar, y eso era justamente lo que le
hacía tan terrible. Llegó a destruir naciones enteras, a crear monstruos
espeluznantes; amenazó la propia existencia de la sociedad humana, sacudida
desde sus cimientos.
>>Algunos dicen, sin embargo, que a pesar
de su aparente neutralidad para con todo lo vivo, poseía un corazón compasivo y
justo, pues en muchos casos se apiadaba de los pobres, de lo hermoso y puro,
mientras que arremetía sin piedad contra reyes y ricos, ladrones y embusteros.
Pero aun así, sus criaturas continuaban quemando las cosechas de campesinos
inocentes, devorando niños perdidos y provocando innumerables desgracias ante
su mirada impasible.
>>Entonces,
los reyes y emperadores de todo el mundo conocido se reunieron en secreto junto
con las brujas más poderosas con el fin de vencer a la mujer, o por lo menos acabar
con su poder devastador.
El hombre carraspeó rompiendo la tensión del momento y pidió algo de
comida, que se le fue entregada sin más dilación a fin de que continuara pronto
con el relato, cosa que no sucedió. Fenrir ya se lo conocía, y comenzó a roer
el pedazo de queso que guardaba, ofreciéndole un trozo a su hermana Eilen, que
seguía observando con ojos absortos al viejo, que comía pausadamente mientras
las migas de pan se le pegaban a la barba gris y despeinada.
El joven miró al cielo y se estremeció al ver la enorme luna llena que
asomaba tras los montes: fulguraba como nunca antes había visto, casi naranja
entre una neblina amarillenta. El viejo alzó también la vista y Fenrir adivinó
en su cara centenaria un atisbo de miedo, o quizás simplemente fascinación. Se
removió inquieto y engulló el trozo de comida que le quedaba entre sus dedos
negros.
- Durante mucho tiempo trataron de dar caza a la
gran bruja, sin éxito, hasta que descubrieron el secreto de su poder –continuó
de nuevo el cuenta cuentos.-Éste residía en la confianza que los demás seres
depositaban en ella, el respeto, la admiración. Decidieron, pues, dar caza a
todo seguidor de la mujer maldita, iniciando una matanza como jamás había sido
contada, una matanza indiscriminada; un baño de sangre.
>>Cada
cuatro semanas, los aliados organizaban campañas de jóvenes soldados que
enviaban a los bosques y montes donde se encontraban las criaturas de la bruja;
pero se topaban con una barrera de poder que les impedía el paso, y allí, los
monstruos los despedazaban. Sin embargo, cierto tiempo después, dieron paso a
un sistema de desgaste continuo, de forma que el campo de fuerza se iba
debilitando con el paso de los días...A los veintiocho, las tropas de los reyes
se abrieron paso a través del bosque sacando a las brujas de sus escondites y
dejándolas morir quemadas al sol de final de primavera. Al amanecer, hallaron a
la bruja en lo alto del monte: la criatura, que antes habría tomado forma de
bellísima mujer, con el pelo color argenta y blanquísima piel, yacía sobre un
pedestal inmóvil y con el rostro y el cuerpo ceniciento. Sus ojos se tornaron
grisáceos y su campo de fuerza se desvaneció.
>>Se acercaron las brujas que le habían
traicionado y le cortaron las venas, de las que brotaban ríos plateados. A
sabiendas de su inminente resurrección, apelaron a un complicado hechizo, más
antiguo que la propia humanidad, y confinaron el alma y el poder de la mujer
desterrándolo al cielo lejano, allá donde su mano aciaga no alcanzase a
arruinar la existencia de los mortales.
Su cuerpo
entonces se convirtió en ceniza y escombros, y al incidir el primer rayo de sol
sobre el pedestal, su alma abandonó la Tierra –el viejo efectuó de nuevo una
parada para hacer creer que la historia había llegado a su fin. Suspiró-. Pero
lo que no sabían las brujas es que con aquél hechizo iban a acabar también con
el poder que ellas poseían, con todas las criaturas mágicas hermosas; borraron
todo rastro de magia que en el planeta hubiera existido. La bruja Selene, en su
último estertor, se había apoderado de la chispa y se la llevó al vacío del
espacio.
- ¿La bruja
Selene?¿Era ese su nombre? No suena tan terrible –interrumpió alguien.
- Selene, Ngame, Isis, Rea, Máni,
Diana...Infinitos nombres, cada uno inventado por un pueblo, para designar a la
misma mujer. Tal fue su poder...Y sigue siéndolo –sonrió con tono misterioso.
-¿Qué quieres
decir con eso? –preguntó esta vez el primer niño, ya sumergido totalmente en la
historia.
- Paciencia,
queridos oyentes, paciencia. Aún queda historia por delante –les tranquilizó
mientras alargaba la mano para alcanzar un pedazo de cecina.
Fenrir oyó
entonces a su perro ladrar dos veces y se irguió inquieto, pero pronto se calmó
ante el silencio que reinó de nuevo, acompañado del chisporroteo del fuego y el
sonido de las chicharras, que bañaban la noche ya casi veraniega.
- Cuenta la
leyenda que siete de las brujas que la sacrificaron hicieron un pacto sagrado
con Selene: cuando todas las demás se habían ido, cada una recogió un pequeño
fragmento de sus restos y lo guardó en secreto. Al anochecer, se volvieron a
reunir alrededor del pedestal, y, atónitas, descubrieron una tenue luz
blanquecina en el horizonte: la gran bruja resurgía de sus cenizas allá en el
cielo.
>>Juraron liberarla por una sola noche, pasados dos mil años y
coincidiendo con su etapa de mínimo poder, para así volver a recluirla con los
primeros rayos del sol, confiando en que su ira y su poder oscuro se aplacaran
en la paz del universo. A cambio, Selene debía retornarlas parte de su magia,
cumplir sus peticiones cuando su poder alcanzase el clímax.
- Y después de
todo lo malo que le habían hecho, ¿les hizo caso la gran bruja? –Participó por
primera vez Fenrir-. ¿No tenían ellas miedo de lo que podría pasar?
- Joven –repuso
serio el viejo-, el ansia de libertad e inmortalidad siempre vencerá al odio y
al rencor. O al menos debería.
>>Catorce días después, una enorme esfera plateada recorría la bóveda celeste,
y las brujas que no participaron en el pacto murieron desangradas. Los mares
comenzaron a moverse y a agitar los fondos oceánicos. Los lobos acudieron esa
noche a la montaña y dejaron escapar su triste llanto. A las mujeres de la
alianza se les prometió exactamente el plazo de vida necesario para poder
liberar a Selene, no sin antes forjar a otras siete mujeres en el arte de la
magia.
Pasaron los milenios, durante los cuales la terrible historia de la
gran bruja se fue silenciando, si bien aún quedaban pruebas más que suficientes
de la existencia de un antiguo mundo, un mundo mágico que el hombre no podía
dominar. Mientras tanto, el ser humano dedicó sus esfuerzos a masacrar su
propia alma y a sus semejantes, al no tener enemigo que combatir.
De lo ocurrido aquella noche, poco o nada se sabe. Sin embargo,
algunos escritos y cantares hacen referencia a la aparición de criaturas
fantásticas por esas tierras durante algún tiempo.
- Entonces, ¿eso
significa que la bruja sigue vagando por ahí? –inquirió Eilen, intentando
ocultar su inquietud.
El hombre soltó
una sonora carcajada. Fenrir sonrió. Apoyó la mano en el hombro de su hermana,
que se sobresaltó:
- Mira, Eilen
–señaló el joven mirando al cielo-. Ahí tienes a nuestra temible Selene.
En ese momento, todo el mundo miró al cielo, y al bajar la vista, los
ojos de niños y jóvenes revelaban una mezcla de temor y fascinación que provocó
numerosos escalofríos.
La voz del cuenta cuentos los despertó de su ensimismamiento.
- Dentro de
catorce días se cumplirán ocho mil años del destierro de Selene, por eso su
fulgor es tan intenso esta noche.
- Noche
de brujas –murmuró alguien.
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