Extiende la mano si llegan problemas
que caigan sutiles en el dibujo de sus curvas,
arrópalos como si de un niño se tratasen,
de forma que consigas que se duerman las dudas.
Después imagina que son adolescentes en celo,
que se revelan contra tu línea de la vida,
agita pues la mano con desdén y desprecio
y tal vez consigas que vuelva tu risa.
Más tarde las dudas ya adultas caminan
por la vereda que sigue a la perpendicular de tus actos,
en cualquier momento pueden hacerte tropezar
así que esquiva con sonrisas su dirección de asfalto.
Por último ya en la vejez, ancianas ellas y anciano tu,
compartís bastón y gafas, cansancio y dolor.
No te dejes engañar por su disfraz de cielo y luz,
pues debajo hay más arrugas que en tu voz.
Raquel Alvarado
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