Furiosas rachas de viento agitan y desparraman las nubes, arriba en el cielo. En el valle, el aire es canalizado en un torrente que aúlla y ensordece los sonidos de seis ejércitos unidos: el tintineo de las armas, el resuello de los caballos. Un halcón bucea en la brisa como un relámpago y, tras varios quiebros, alcanza una paloma. Es el augurio que aguardaban.
Un bramido estruenda entre las rocas, rasgando el aparente silencio: varios metros y capas del más trabajado bronce, culminados en una fiera cabeza de jabalí, son su origen.
Bellovesus, de los Bituriges, llega al paso de Taurini. Resuena el Carnyx.
Tiembla Etruria.
Foto de Guillermo Sánchez, réplica de Carnyx de la exposición de Música en la Prehistoria.
Siglo V a.C. La Galia florece bajo el reinado de Ambicatus, el primer rey "del mundo" galo (Biturix). Ante el exceso de población, Ambicatus manda a sus dos sobrinos a conquistar tierras nuevas. Un auspicio envía a Segovesus a tierras germanas, a través del bosque Hercinio, mientras que el afortunado Bellovesus se dirige a la rica península Itálica, custodiada en su parte más norteña por los etruscos.
El ejército, dirigido por Bellovesus y congregando a diversas tribus de celtas galos (Bituriges, Arverni, Senones, Aedui -mayormente
Insubres-, Ambarri, Carnutes, y Aulerci) se topa con los Alpes, que impiden su paso a Etruria.
Los galos acuden en ayuda de la colonia griega o emporion de Massalia, atacada por los Salyses. En retorno, los foceos de Massalia guían a la confederación gala a través del paso de Taurini, gracias a una señal de los dioses, para entrar a Etruria.
La aventura terminaría con los etruscos siendo derrotados en el río Ticino, de forma que los galos se asentaron en Insubria y fundaron Mediolanum (Milán).
En el pequeño texto de arriba, los galos hacen sonar un instrumento: es el carnyx, una magnífica trompeta de bronce gala rematada en una cabeza de jabalí. Parece que podría haber sido usado para incitar a los guerreros en combate.
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